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<<Trastorno de apego reactivo>>

Código ICD-10: F94.1 - MINDYRA · Know where to turn

El trastorno de apego reactivo (RAD, por sus siglas en inglés) es parte de un grupo de diagnósticos llamados trastornos relacionados con el trauma y el estrés. Los trastornos relacionados con el trauma y el estrés son un grupo de afecciones psiquiátricas que incluyen:

  • Trastorno por estrés postraumático

  • Trastorno por estrés agudo

  • Trastorno de apego reactivo

  • Trastorno de estrés postraumático complejo

 

Estos trastornos se caracterizan por una reacción adversa a una o más experiencias traumáticas o inusualmente estresantes.

El Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Trastornos Mentales, 5ª edición, define un evento traumático como una situación en la que el individuo experimenta, está amenazado o es testigo de violencia, muerte o victimización sexual. La exposición repetida a detalles extremos de eventos traumáticos como parte del empleo de una persona (por ejemplo, un (a) oficial de policía o un (a) trabajador (a) social que regularmente está expuesto (a) a detalles de abuso infantil) también califica como un evento traumático.

El trastorno de apego reactivo se caracteriza por conductas inhibidas y emocionalmente retraídas, junto con otros trastornos sociales y emocionales. El trastorno de apego reactivo es una reacción adversa a la negligencia, a cambios repetidos de cuidadores (por ejemplo, cambios frecuentes de orfanatos) o a una crianza en circunstancias adversas (por ejemplo, instituciones con una disponibilidad inadecuada de cuidadores).

<<El trastorno de apego reactivo puede variar en su severidad. En casos graves, puede conducir a la incapacidad de formar relaciones satisfactorias con pares o adultos(as) y puede causar un deterioro en una amplia gama de dominios de la vida>>

Efectos del trauma en la infancia

 

Las experiencias traumáticas durante la niñez pueden tener una variedad de efectos perjudiciales en un individuo dependiendo del tipo de trauma, la duración de la experiencia traumática, un período de desarrollo en el que ocurre el trauma, la estructura genética y el género del individuo que experimenta el trauma y la presencia o ausencia de un cuidador sintonizado y comprensivo (De Bellis y Zisk, 2014; Levin et al., 2021; Nakazawa, 2015). El impacto específico del trauma infantil es complejo y matizado, pero un resultado común es la desregulación del sistema de estrés (Burke Harris, 2018; Moustafa et al., 2021).

Nuestro sistema de estrés se rige en gran medida por el eje hipotalámico-pituitario-adrenal [HPA], que nos prepara para responder eficazmente al peligro (Moustafa et al., 2021; Nakazawa, 2015; van der Kolk, 2014). Cuando se identifica un factor estresante, el eje HPA (junto con otros sistemas) nos prepara para "luchar o huir" al provocar la secreción de hormonas del estrés como la adrenalina y los glucocorticoides. Cuando se activa nuestra respuesta al estrés, experimentamos hiperactividad, aumento de la presión arterial, frecuencia cardíaca rápida, respiración acelerada y una sensación de alarma (Burke Harris, 2018; Nakazawa, 2015; van der Kolk, 2014).

La sangre y la energía se desvían hacia aquellas estructuras cerebrales que pueden ofrecer asistencia inmediata, en lugar de la corteza prefrontal más lenta, que controla el funcionamiento ejecutivo y la autorregulación (De Bellis y Zisk, 2014). Estas respuestas automáticas nos ayudan a responder al peligro hasta que se resuelva la amenaza.

Sin embargo, hay ocasiones en las que el sistema de estrés actúa en nuestra contra. Consideremos situaciones en las que los eventos traumáticos son persistentes y la amenaza nunca se resuelve. El estrés crónico resultante de un trauma infantil prolongado (por ejemplo, abuso emocional repetido) puede exacerbar la desregulación de este sistema de estrés. Específicamente, el eje HPA se activa crónicamente, lo que lleva a un aumento de las hormonas del estrés y a una hiperactivación que lo acompaña (Nakazawa, 2015). Por lo tanto, los niños que sufren un trauma prolongado pueden experimentar excitación, ansiedad, hipervigilancia y estado de alerta continuos (De Bellis y Zisk, 2014).

Esta desregulación del sistema de estrés, especialmente durante los años de desarrollo de la infancia, puede provocar efectos deletéreos sobre el sistema inmunológico, las habilidades de regulación de las emociones, el desarrollo cognitivo, el funcionamiento ejecutivo y puede aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas (De Bellis y Zisk, 2014; Dunlavey et al., 2018). Además, el trauma temprano también puede alterar la regulación de la oxitocina (una hormona implicada en el apego y la intimidad emocional) y la serotonina (un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo), lo que resulta en problemas de apego y sentimientos de depresión (De Ballis y Zisk, 2014).

El trastorno de apego reactivo puede variar en su severidad. En casos graves, puede conducir a la incapacidad de formar relaciones satisfactorias con pares o adultos(as) y puede causar un deterioro en una amplia gama de dominios de la vida.

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