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<<¿Qué es el Trastorno de relación social desinhibida?>>

 Gabinet Psicologic

El apego supone uno de los aspectos más importantes de nuestras vidas. Se trata de la vinculación afectiva que desarrollamos desde el nacimiento, inicialmente con nuestros padres, para posteriormente traspasarlo o generalizarlo a muchas otras personas. Supone una herramienta clave para crear y mantener relaciones, ayudándonos a desenvolvernos en un mundo social y a crearnos una imagen de nosotros mismos en los diferentes ámbitos de nuestro día a día. En ocasiones, pero, este puede verse alterado, manifestándose de formas inadecuadas e incluso patológicas a lo largo de la vida.

 

El trastorno de relación social desinhibida, es un problema que inicia en la infancia y que se define como aquel patrón de comportamiento en el que el/la niño/a se aproxima e interacciona activamente con adultos extraños. Esto se traduce principalmente en una falta de reticencia para aproximarse a éstos y en un comportamiento demasiado familiar. Además, el niño puede no recurrir a su cuidador principal después de una salida o aproximación arriesgada, siendo esto incluso en contextos poco familiares. De esta forma, el pequeño no refleja malestar cuando interacciona con gente desconocida y tampoco busca activamente a sus padres tras hacerlo. Este muestra un déficit claro en sus habilidades sociales y más concretamente, en el tipo de apego desarrollado.

Se considera que la causa principal de su aparición es el haber experimentado un patrón extremo de cuidado insuficiente, poniéndose esto de manifiesto a través de una clara negligencia o carencia social en la cual existe una falta persistente de cobertura de necesidades emocionales básicas; haber sufrido o sufrir cambios repetidos de cuidadores primarios que minimizan la posibilidad de crear un apego estable y/o haber recibido una educación en contextos poco habituales, lo cual reduce la oportunidad de establecer un tipo de apego más selectivo. Las consecuencias de esto se pueden manifestar no solo en el plano social, sino en múltiples áreas. Conforme la persona crece, pueden aparecer problemas emocionales diversos, principalmente relacionados con ansiedad, depresión y dificultades relacionadas con la autoestima. Además, si la alteración persiste, la inadaptación social puede ser significativa, precipitando problemas en todas las esferas (laboral, académica, familiar…).

<<Conforme la persona crece, pueden aparecer problemas emocionales diversos, principalmente relacionados con ansiedad, depresión y dificultades relacionadas con la autoestima>>

Efectos del trauma en la infancia

 

Las experiencias traumáticas durante la niñez pueden tener una variedad de efectos perjudiciales en un individuo dependiendo del tipo de trauma, la duración de la experiencia traumática, un período de desarrollo en el que ocurre el trauma, la estructura genética y el género del individuo que experimenta el trauma y la presencia o ausencia de un cuidador sintonizado y comprensivo (De Bellis y Zisk, 2014; Levin et al., 2021; Nakazawa, 2015). El impacto específico del trauma infantil es complejo y matizado, pero un resultado común es la desregulación del sistema de estrés (Burke Harris, 2018; Moustafa et al., 2021).

 

Nuestro sistema de estrés se rige en gran medida por el eje hipotalámico-pituitario-adrenal [HPA], que nos prepara para responder eficazmente al peligro (Moustafa et al., 2021; Nakazawa, 2015; van der Kolk, 2014). Cuando se identifica un factor estresante, el eje HPA (junto con otros sistemas) nos prepara para "luchar o huir" al provocar la secreción de hormonas del estrés como la adrenalina y los glucocorticoides. Cuando se activa nuestra respuesta al estrés, experimentamos hiperactividad, aumento de la presión arterial, frecuencia cardíaca rápida, respiración acelerada y una sensación de alarma (Burke Harris, 2018; Nakazawa, 2015; van der Kolk, 2014).

La sangre y la energía se desvían hacia aquellas estructuras cerebrales que pueden ofrecer asistencia inmediata, en lugar de la corteza prefrontal más lenta, que controla el funcionamiento ejecutivo y la autorregulación (De Bellis y Zisk, 2014). Estas respuestas automáticas nos ayudan a responder al peligro hasta que se resuelva la amenaza.

Sin embargo, hay ocasiones en las que el sistema de estrés actúa en nuestra contra. Consideremos situaciones en las que los eventos traumáticos son persistentes y la amenaza nunca se resuelve. El estrés crónico resultante de un trauma infantil prolongado (por ejemplo, abuso emocional repetido) puede exacerbar la desregulación de este sistema de estrés. Específicamente, el eje HPA se activa crónicamente, lo que lleva a un aumento de las hormonas del estrés y a una hiperactivación que lo acompaña (Nakazawa, 2015). Por lo tanto, los niños que sufren un trauma prolongado pueden experimentar excitación, ansiedad, hipervigilancia y estado de alerta continuos (De Bellis y Zisk, 2014).

Esta desregulación del sistema de estrés, especialmente durante los años de desarrollo de la infancia, puede provocar efectos deletéreos sobre el sistema inmunológico, las habilidades de regulación de las emociones, el desarrollo cognitivo, el funcionamiento ejecutivo y puede aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas (De Bellis y Zisk, 2014; Dunlavey et al., 2018). Además, el trauma temprano también puede alterar la regulación de la oxitocina (una hormona implicada en el apego y la intimidad emocional) y la serotonina (un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo), lo que resulta en problemas de apego y sentimientos de depresión (De Ballis y Zisk, 2014).

¿Qué síntomas presenta en la infancia?

Los principales síntomas del trastorno de relación social desinhibida son de naturaleza conductual y se concretan en la manera de relacionarse con las y los demás.

  • Ausencia de sentimientos de miedo o temor hacia extraños.

  • Interacción activa y desinhibida con cualquier adulto no familiar o conocido.

  • Comportamiento verbal y manifestaciones de afecto físico excesivamente familiares, teniendo en cuenta las normas sociales y la edad del niño.

  • Tendencia a no necesitar volver o recurrir a los padres o cuidadores tras permanecer en un ambiente extraño o ajeno.

  • Tendencia o disposición a marcharse con un adulto extraño.

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